jueves, 10 de enero de 2013

El Señor del Carmenere


Por Patricio Tapia

En los 80 fue fundamental en la modernización tecnológica del vino chileno. Posicionó a Chile como productor de sauvignon blanc de calidad a comienzos de los 90. En la década del 2000 llevó al carmenere al Olimpo con su Carmín de Peumo. Admirado e incomprendido, con él no hay medias tintas. Recabarren es pura pasión.


Es difícil seguirle el ritmo a Ignacio Recabarren. Admirado por sus colegas, pero a la vez incomprendido muchas veces por esa forma que tiene de entregarse a su trabajo, Recabarren tiene una energía arrebatadora, cuya fuente viene de su pasión. Y sí, esa palabrita “pasión” se dice muchas veces, pero nunca tan bien puesta como en su caso. Recabarren se mueve por el vino. Su vida está allí.

Este enólogo, formado en la Universidad Católica, ha estado en algunos de los momentos clave de la historia moderna del vino en Chile. A comienzos de los 80, por ejemplo, lideró la modernización de la viña Santa Rita, luego de que fuera comprada por el Grupo Claro. Desde los viñedos de Alto Jahuel comenzaron a aparecer los primeros grandes vinos de Santa Rita. Y los hizo Recabarren.
Luego se fue. A Nueva Zelandia. Y más que un viaje, fue una peregrinación a la tierra del sauvignon blanc en el Nuevo Mundo, una cepa que desde 1986 le estaba obsesionando, tanto que dejó todo botado y se fue con lo puesto (y no es una metáfora) a empaparse de sauvignon. Su obsesión había nacido tras probar los primeros vinos experimentales que nacían de Casablanca, por ese entonces una locura de Pablo Morandé.

Recabarren había comprado algunas uvas de esos primeros viñedos casablanquinos plantados en 1982 y con ellas había elaborado un sauvignon (que en realidad era sauvignonasse, pero esa es otra historia) para su línea Real Audiencia.

Ese Real Audiencia 1986 es hoy un vino mítico, el que demostró el potencial de Casablanca para blancos. Y el que llevó a Recabarren a Nueva Zelandia y de vuelta a Chile, en 1991, para hacerse cargo del proyecto de Viña Casablanca de Santa Carolina. Los primeros grandes blancos chilenos fueron hechos allí. Recabarren los hizo.
Luego, en 1996, se asoció con el abogado Ricardo Peña para fundar Clos Quebrada de Macul. Allí tuvo la oportunidad de trabajar con, quizás, las uvas más preciadas de todo Chile: cabernet sauvignon de Macul, un sector clásico entre clásicos y que, consistentemente, ha dado algunos de los mejores tintos de nuestra historia. Recabarren hizo algunos de ellos.
Hoy, igual de apasionado, igual de hiperquinético, es parte del equipo enológico de Concha y Toro y, bajo su responsabilidad, están más vinos fundamentales como el chardonnay Amelia y, sobre todo, Carmín de Peumo, un carmenere que ha llevado a esta cepa a un nivel completamente desconocido, tanto que hasta hace pensar a los escépticos -entre los que me incluyo- que efectivamente el carmenere puede dar grandes vinos. Culpa de Recabarren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario